FINAL FANTASY XIII Episode Zero -Promise- (1) Encuentro: Capítulo 5 de 7

| viernes, 13 de enero de 2012
FINAL FANTASY XIII
Episode Zero -Promise-
Encuentro | Capítulo 5
Lightning pensaba que simplemente deambularía un rato por ahí antes de ir al trabajo, pero al final terminó en el centro comercial. Cada año, turistas de todas partes vienen a Bodhum a ver el festival de fuegos artificiales. Se celebra desde tiempos ancestrales, y hay unas cuantas leyendas en torno a él. La más popular es: «Si rezas a los fuegos, tu deseo se hará realidad». Simplemente eso y nada más, todo lo que tienes que hacer es rezar. Probablemente, por ser algo tan simple, ha terminado siendo creído durante décadas o incluso más.

Todo el mundo tiene deseos. No importa lo feliz que seas, siempre habrá algo que podría hacerte más feliz. Por eso, la noche del festival las puertas de Bodhum se llenan de visitantes habituales. Con tantísima gente junta a la vez, es común que ocurran accidentes. Así que, esa noche, los Vigilantes de Bodhum salen de patrulla. Lightning sería la responsable de la zona que hay entre el centro comercial y la playa.

«Probablemente sea una buena idea comprobar mi zona de antemano», pensó. «Puedo calcular el punto en el que está cada tienda, decidir en qué lugares asignaré a mis soldados y qué debería cambiar para prevenir accidentes. Por ejemplo, debería poner mucha guardia alrededor de esta tienda de accesorios, o al menos decirles a los encargados que deberían estar alerta. Cualquier tienda con joyas en ella estará en peligro de robo».

Miró por uno de los escaparates y algo le llamó la atención. Un largo colgante colgado de una delicada cadena estaba en exposición. Tenía la forma del Nido y de un objeto con apariencia extraña. Lightning no entendía mucho de joyería, pero le pareció algo que le gustaría a Serah. El dar vueltas por todo el centro comercial la hizo darse cuenta de cuánto tiempo había pasado sin mirar escaparates. Probablemente desde la última vez que fue de compras con Serah. «Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que fuimos de compras juntas», pensó. «Desde que me alisté en la Guardia».

De repente, se sintió culpable. Después de alistarse pensó que, una vez se acostumbrara a su trabajo, tendría tiempo para Serah. Pero pasó un año, y asumió más responsabilidades. Incluso se volvió más ocupada. Antes de que se diera cuenta, ya no sólo no salían juntas, sino que eran raros los momentos en los que conversaran. Cuando se unió, Serah estaba todavía en el colegio. Seguramente estaría preocupada por lo
que haría después de los estudios o por sus relaciones con los demás. Todo el mundo tiene problemas a esa edad. Quizá quería pedirle a Lightning consejo sobre muchas cosas, pero no, Lightning estaba muy ocupada trabajando como para escucharla. Serah probablemente se habría sentido sola. Querría a alguien con quien hablar... Así es como habría terminado con un prepotente como Snow. «Si ese es el caso, —pensó— entonces es todo culpa mía. Si hubiera estado ahí para Serah... Incluso aunque estuviese ocupada, podría haber buscado tiempo para ella. ¿Por qué no lo hice? Juré ante la lápida de mi madre que la protegería, pero sólo la hice sentirse sola, tanto que se juntó con ese horrible hombre. Y es todo culpa mía...».

«¡Oh, qué monada!»
Lightning se giró ante la alegre voz. Una madre y su hijo habían parado delante de un portacontenedores de la tienda de animales.
«¿Te gustan estas cosas, mamá?»
«¿Qué? Pero a ti te solían gustar también. Siempre te quedabas delante de la tienda llorando, diciendo “¡Quiero uno, quiero uno!”»
«¿Y hace cuántos años de eso?»
«No tantos... Sólo diez».
Madre e hijo estaban mirando dentro del contenedor. Incluso desde atrás se podía decir que se llevaban realmente bien. El pelo del hijo era plateado, mientras que el de la madre de un color mucho más cálido. Aunque el color del pelo fuera diferente, sus caras se parecían. Dicen que los niños se suelen parecer mucho a sus madres. Por su altura, el chico probablemente tendría unos catorce o quince años. La brillante chaqueta naranja que vestía le hacía parecer aún más mayor. «Yo tenía esa edad cuando mi madre murió», pensó ella,
un poco triste. «Estos son muy buenos con los niños. Son listos y les cogen cariño fácilmente a sus dueños», les dijo el propietario de la tienda de animales a la vez que cogía un pequeño pájaro de uno de los contenedores y lo ponía en una jaula. Era un polluelo de chocobo. «Ahora mismo están agotados en cualquier parte. La tienda de Euride se hizo con unos antes de ayer y ya se han agotado. Tendremos que enviar repuestos pronto».

«Cuando éramos niñas no eran tan populares como ahora», pensó Lightning. Pero un par de personas en su clase tenía crías de chocobo. Serah tenía un amigo con el que solía jugar y que poseía uno. Sus ojos siempre brillaban cuando hablaba sobre ello. «Y bien, ¿os gustaría comprar uno?»
«Oh, no, desafortunadamente, estamos de vacaciones. Sería ir muy lejos llevarlo desde aquí hasta Palumpolum».
La palabra “vacaciones” le dio a Lightning una idea. Unas vacaciones, sí, podía ser una buena idea. Sería una buena forma de compensar a Serah por haberla hecho sentirse tan sola. Podría llevársela a cualquier parte. Aunque no podría tomarse unas vacaciones muy largas, si se ausentara del trabajo unos cuantos días podrían tomarse un respiro juntas. Una vez el festival terminase, su horario de trabajo sería más flexible y su plan tendría la posibilidad de hacerse realidad.

«En mi cumpleaños, —pensó— podríamos hablar sobre ello». Siempre pasaban su cumpleaños cenando juntas. Serah entonces le daba un regalo, elegido tras comerse mucho la cabeza. Esta vez, Lightning podría darle las gracias por el regalo diciéndole que se irían de vacaciones. Solamente las dos. Mientras estuviesen de vacaciones, ella escucharía todo lo que Serah quisiera contarle o decirle, como compensación por todo el tiempo que habían estado sin hablar. Se lo pasarían en grande y comerían deliciosos platos. Por supuesto, cuando regresaran, Lightning reuniría tiempo suficiente para hablar con Serah. No la dejaría estar sola nunca más. Si dejase de estar sola, seguramente abriría los ojos y se daría cuenta de que había estado a punto de ser engañada por ese despreciable hombre. Y entonces, iría a la universidad de Edén. Si hiciera muchos amigos y conociera nuevos lugares, con toda probabilidad se olvidaría completamente de Snow.

Lightning decidió que era una idea excelente. Y todo gracias a esa madre y su hijo. Se dio la vuelta queriendo darles las gracias, pero ya no estaban delante de la tienda de animales. Los vio caminando juntos entre la multitud. Parecían tan felices que la hicieron sentir calidez en su interior.
«Gracias», pensó Lightning. «Espero que disfrutéis del resto de vuestras vacaciones».

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