FINAL FANTASY XIII Episode Zero -Promise- (1) Encuentro: Capítulo 2 de 7

| martes, 10 de enero de 2012
FINAL FANTASY XIII
Episode Zero -Promise-
Encuentro | Capítulo2

Sentía agradable la brisa del mar en sus mejillas. Serah caminaba sin rumbo por el paseo marítimo, estirando los brazos ampliamente. El tiempo era bonito. El área alrededor del paseo estaba tranquila.
En esta época del año, todos los turistas iba a la playa a nadar en el océano. El bar de NORA probablemente habría estado lleno desde por la mañana. Incluso aunque no fuera debido a la época turística, era el día en el que Lebreau trabajaba. Su cocina siempre se las arreglaba para atraer a los residentes.
Posiblemente por eso Snow llegaba tarde. Seguro que intentó decir: «Os dejo el resto a vosotros, chicos», y trató de marcharse, pero uno de los de siempre lo arrastró a una conversación. Ver esa imagen en su mente hizo a Serah sonreír.

«¡Hey!», escuchó a una voz decir, y se giró. No era Snow, era un miembro de NORA llamado Gadot. Como estaba conduciendo la motocicleta aérea solo, probablemente iba de vuelta al trabajo. O quizás Lebreau le había pedido que fuera a buscarle algunos ingredientes.
«Así que va a llegar tarde... ¿verdad?», dijo Serah mirando hacia arriba mientras la motocicleta paraba a su lado. Aunque él era más bajo que Snow, sus enormes músculos hacían a menudo pensar a la gente que era un gigante. Cuando Serah le conoció por primera vez, pensó que parecía demasiado grande y daba miedo, pero, por supuesto, ahora ya no sentía eso.

«¿Atrapado por uno de los de siempre?»
«Bingo. Y probablemente también le llevará un buen rato librarse».
«Me pregunto si se trata de uno de esos pesados clientes», pensó Serah. No podía estar segura de quién había sido, si Snow o Lebreau, quien le había pedido a Gadot que viniera de mensajero.
«Vale, entiendo. Gracias».
«Nah, pasaba por aquí de todas formas». Y con eso, Gadot dijo «Nos vemos», y despegó con la motocicleta. Serah le dijo adiós con la mano y se quedó observando cómo se iba.
La calma retornó y de nuevo Serah empezó a caminar. Había un lugar calle abajo, cerca del final del paseo marítimo, donde las gaviotas se solían reunir. Decidió esperar a Snow allí. Nunca se cansaba de observar a las gaviotas jugando en las olas. Deseó haber traído algo que pudiera darles de comida.
«Me encanta esta ciudad», murmuró Serah. Los pájaros jugando en el océano, el color del cielo, las hojas susurrando gentilmente en los árboles... Incluso el precioso y cuidado paseo marítimo.

Pero este era el último año de Serah en el instituto. Ya se había decidido que iría a la universidad de la ciudad capital de Edén. Es el camino que ella misma había elegido, pero el simple hecho de pensar en abandonar la ciudad la ponía triste. Snow siempre decía: «Edén está justo al lado. Podremos vernos cada vez que queramos», y sonreía. Serah siempre se decía a sí misma que no es que no se volvieran a ver nunca más. No volver a ver a alguien nunca era algo que ella entendía bien.

El primero fue su padre. Aunque ella no tenía una edad en la que pudiera entender la muerte, sí comprendía que nunca volvería a verle más. Cuando su madre murió de una enfermedad, lo pasó todavía peor; el dolor de perder a alguien para siempre. Perder a alguien justo delante tuya. Snow también, él se crió en el mismo orfanato que Gadot, Lebreau y Yuj. Conocían el mismo dolor. Por eso trataban a la gente con tanta amabilidad, incluso aunque no se dieran cuenta de ello.

«Soy feliz», advirtió Serah. «Soy feliz, por eso el hecho de que haya un poco de distancia entre nosotros duele. Pudiendo quedar todos los días, y hablar sobre estupideces, estando rodeada por gente amable... Ha sido tan divertido que duele perder sólo un poquito de eso».
«Mocosa engreída. Estás siendo una caprichosa». Se golpeó ligeramente con el puño en la cabeza. «Edén no está realmente tan cerca como Snow dice, pero aun así es verdad que si queremos vernos, podemos. Así que voy a dejar de lamentarme tanto. No quiero perder el tiempo que me queda aquí sintiéndome así». Se acababa de decidir cuando vio a alguien corriendo por el paseo. Era Snow. Había llegado más pronto de lo esperado. Seguramente había puesto su mejor empeño en terminar la conversación lo antes posible.

«¡Aquí!» Ella saltó y agitó las manos.
«¡¿Viste a mi hermana?!» No pudo evitar gritar. Snow estaba casi sin aliento de correr a toda potencia paseo abajo, pero tan pronto como tomó aire, dijo: «Sí, vi a Lightning».
«Ayer me encontré con ella».
«Ajá, por eso...», se dijo Serah para sus adentros.
«¿Qué? ¿Dijo algo de mí?»
«Nada. Pero estaba de muy mal humor, pensé que era extraño». Aunque estuviera de mal humor, actuaba igual que siempre. Lightning nunca hacía pucheros como una niña pequeña al estar alterada. Siempre había sido demasiado orgullosa como para mostrar sus sentimientos. Pero Serah podía, de alguna forma, decir de qué humor estaba su hermana. Como si un campo invisible a su alrededor cambiara levemente. Si lo comparase con algo, diría que es como la electricidad estática. No puedes verla, pero si fueras a tocarla sentirías una descarga.

«Snow parece estar intentando lastimarse a sí mismo», pensó Serah con una amarga sonrisa en sus labios. Lightning y Snow son opuestos exactos. Snow es fiel a sus sentimientos, lo que está pensando se muestra en su cara y en sus acciones, y en sus palabras. Sus sentimientos y forma de hablar están vinculados. Él nunca mentiría o haría trampa. Por eso Serah podía confiar en él, pero su hermana se sentía diferente respecto a eso. Ellos no tenían nada en común, eran como el agua y el aceite.

«Maldición...», Snow se rascó la cabeza. «¿Qué deberíamos hacer?»
Al principio Serah no cogió lo que quería decir, pero entonces entendió la situación.
«Está bien, todavía puedes venir». La semana que viene era el cumpleaños de Lightning.
Serah la había enrollado para que se tomara un respiro, sólo para que los tres lo celebraran juntos.
«Vamos a decirle que estamos saliendo juntos».
«Sí, es horrible tener que ocultarlo».

Serah había planeado presentarle a Snow en su fiesta de cumpleaños. No quería que Lightning se tomase un respiro solamente para presentárselo, ya que eso sólo la irritaría, y estando ella tan ocupada... Pero no quería esperar demasiado.
«Si simplemente se lo decimos, lo entenderá. Es simpática, en el fondo».
«Lightning es alguien que no es sólo dura consigo misma, sino también con los demás. Y un vez ha decidido algo, casi nunca cambia de opinión, así que los demás piensan que es muy terca. Pero así es como ha sido capaz de protegerme y cuidarme», pensó Serah. Aunque ella tenía la edad en la que eres tú el que quieres ser cuidado y protegido, tiró su infancia por la borda para volverse fuerte por Serah. En el funeral de su padre, y en el de su madre, ella estaba allí cogiendo a Serah de la mano. Era como si estuviera diciendo «Pase lo que pase, estaré ahí para ti». Serah nunca había olvidado la calidez de la mano de su hermana...


Ah, finalmente encontró algo que Lightning y Snow tenían en común. «Incluso aunque sus personalidades son completamente diferentes, hay una sola cosa: los quiero a los dos», susurró Serah, en el interior de su corazón. Eso es lo que tienen en común.
«No, saldrá bien. Se lo tenemos que decir. Tenemos que conseguir que nos acepte».
«Pero si se vuelve loca, probablemente me matará», dijo Snow de broma. Serah, intentando no echarse a reír, puso cara seria.
«Si fuera eso lo único que pasara... Si se cabrea, destruirá el Nido entero».
«Lo haría, ¿verdad?», Snow arrugó las cejas. Pero eso era demasiado. Serah dejó escapar intencionadamente una risotada y Snow volvió la cabeza y se rió a carcajadas. «Espero que un día podamos reír así los tres juntos», pensó Serah. «No, podremos. En su cumpleaños».

«¡Snow!», escucharon detrás de ellos después de haber estado un rato riéndose.
«¿Qué pasa, Maqui?», gritó Snow mientras la motocicleta se acercaba.
«Están saliendo. Parece que hay monstruos en el bosque. Los hemos detectado gracias a la comunicación inalámbrica del ejército. ¡Es hora de que NORA entre en acción!»
«Entendido», dijo Snow, la motocicleta aterrizando en tierra.
«Lo siento, Serah, me llevo un rato al líder».
«¡Vale!» Serah bromeó haciéndole una reverencia. Maqui sólo era un año más joven que ella, así que lo consideraba un compañero de clase.
«Perdón por interrumpir», dijo Maqui, riéndose. Snow le llamó niñato e hizo como que le pegaba. Eran como hermanos.
«De acuerdo, me voy a casa, pues».
«¡Espera! Eh, ¿puedes esperarme? Quiero ir de compras contigo».
«¿Para qué?»
Snow le guiñó un ojo mientras subía en la motocicleta.
«Para el regalo de tu hermana».
«Oh, ¡un regalo de cumpleaños!»
«Quiero que lo elijamos juntos. Puedes adelantarte al centro comercial si quieres, e ir mirando...».
«No, esperaré aquí. Iré a dar una vuelta por el Vestigio».
«Vale», dijo Snow mientras la motocicleta despegaba del suelo.
«¡Acabaremos pronto!»
«¡Tened cuidado!», dijo Serah despidiéndose con la mano, aunque Snow y Maqui ya
estaban en el cielo. Ella rió. «Sois realmente rápidos».

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